Cuenta la leyenda que, a finales del siglo XVII, mientras exploraba un río de Australia, el capitán holandés Willem de Vlamingh observó, perplejo, algo que ningún europeo había visto jamás: vio cisnes negros. Doscientos cincuenta y siete años después, a Anne Hodges un «cisne negro» le atravesó el tejado de su casa en Alabama. La historia está repleta de sucesos inesperados, de altísimo impacto y que, a posteriori, intentamos racionalizar: los llamados “cisnes negros”. La ciencia está llena de ellos. Algunos tan oscuros e inmensos que ocupan más del 95 % del horizonte de materia y energía que nos rodea.